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El Último Exorcista

 

Se le conoce como el exorcista más famoso del mundo. Se le han dedicado numerosos artículos en medios internacionales, decenas de transmisiones televisivas, miles de páginas de internet.

 

Es el padre Gabriele Amorth, ex miembro de la Resistencia italiana durante la guerra, hijo y nieto de abogados, licenciado en Derecho, y f undador de la Asociación Internacional de Exorcistas.

 

A pesar de su temprana vocación por el sacerdocio, Amorth jamás imaginaría el viraje que tomaría el rumbo de su vida cuando el cardenal Ugo Poletti, entonces vicario de Roma, lo convocó como ayudante del padre Candido Amantini, uno de los grandes expertos mundiales en exorcismo. Así comenzó lo que el padre Amorth denomina su "profesión": enfrentarse cada día con el demonio. En este poderoso libro, el padre Gabriele Amorth nos ofrece testimonios de primera mano de sus propias experiencias en el campo de batalla con Satanás, dando testimonio de la fuerza del Mal y de la dura lucha de los exorcistas que dedican sus vidas a liberar almas de los sufrimientos espirituales y físicos de las posesiones demoníacas.

 

 

 

 

 

 

Memorias de un Exorcista (Mi Lucha Contra Satanás

 

El gran conjunto arquitectónico situado en la calle Alessandro Severo es una auténtica ciudadela, presidida por una basílica de imponente cúpula, sede del cuartel general de la Sociedad San Pablo de Roma. En la sala de la planta baja hace frío. Una estufa eléctrica libra una desesperada batalla contra el aire que se cuela a través de la puerta. Entra un hombre anciano un poco encorvado, con una cartera en la mano, y se apresura a decir: «No me voy a quitar el abrigo».

 

Es un espacio sobrio. Los muebles principales son una mesa de madera más que sencilla en el centro, unas sillas años sesenta, una butaca marrón de esas que estaban de moda hace treinta años, con brazos de madera y el respaldo un poco inclinado, tapizada en un color tostado, que, inevitablemente, recuerda la decoración socialista de los países del Este. En una esquina, zumba un gigantesco y vetusto frigorífico. En esa butaca se sientan los extraños pacientes de don Gabriele. Extraños porque padecen dolencias que nadie sabe identificar, entender ni curar. Desde luego, no la ciencia médica, que se da por vencida; tampoco quienes ya deberían estar familiarizados con lo ultraterreno y sobrenatural, o, cuando menos, deberían ser capaces de dejar una puerta abierta a todo ello y no lo hacen. Pero aquí ya entraríamos en materia, y antes quisiera hablarles un poco más del padre Amorth y del espacio en el que pasa la mayor parte de su tiempo, en un cuerpo a cuerpo —no sólo metafórico— con un adversario inexpugnable.

Quisiera hablarles de este hombre de ochenta y cuatro años que hace veintitrés, en 1986, cambió radicalmente su vida e inició una aventura que hoy sigue apasionándole.


En las paredes hay pocas imágenes. Una gran fotografía del padre Giacomo Alberione, fundador de la Sociedad de San Pablo. Y otra foto, el retrato de un sacerdote de cabello claro, ojos tremendamente expresivos bajo la frente despejada y un corazón blanco bordado en la sotana negra, el uniforme de los religiosos pasionistas. Es el padre Candido Amantini, exorcista del santuario de la Escalera Santa de Roma durante cuarenta años y mentor de don Gabriele. Una escultura de la Virgen de Fátima, de más de un metro de altura, señorea desde la pared, al lado de una delicada imagen, probablemente barroca, del arcángel Miguel. Desde la butaca sonríe un rostro de Juan Bosco, junto a un padre Pío de mediana edad, dos santos que conocían muy bien a la presencia indeseada del despacho de Gabriele Amorth, es decir, al diablo. Digo ambos, aunque el demonio reservó a Pío de Pietrelcina atenciones muy especiales, que, técnicamente, se denominan vejaciones.

 

 

 

 

 

El nuevo ritual de exorcismos Gabriele Amorth

 

El Humo de Satanás

 

El padre Gabriele Amorth es un respetado exorcista de Roma.

A continuación, se encuentra una entrevista que el Padre Amorth concedió al periódico italiano 30 Días, en junio de 2001. 

– PADRE AMORTH, POR FIN ESTÁ LISTA LATRADUCCIÓN ITALIANA DEL NUEVO RITUAL PARA LOS

EXORCISTAS.

 

PADRE AMORTH: Sí, está lista. El año pasado la CEI (Conferencia Episcopal Italiana) se negó a aprobarla porque había errores de traducción del latín al italiano. Y los exorcistas, que tenemos que utilizarla, aprovechamos para señalar, una vez más, que no estamos de acuerdo con muchos puntos del nuevo Ritual. El texto latino sigue siendo el mismo en esta traducción. Un Ritual tan esperado, al final, se ha transformado en una farsa. Un increíble obstáculo que podría impedirnos actuar contra el demonio. 

– ES UNA ACUSACIÓN DURA. ¿A QUÉ SE REFIERE? 

AMORTH: Le doy sólo dos ejemplos, ambos increíbles. En el punto 15 se habla de los maleficios y de cómo comportarse al enfrentarlos. El maleficio es un mal causado a una persona recurriendo al diablo. Se puede hacer de varias formas, como hechizos, maldiciones, mal de ojo, vudú, macumba. El Ritual romano antiguo explicaba cómo había que afrontar esto. El nuevo Ritual, en cambio, declara, categóricamente, que está totalmente prohibido hacer exorcismos en estos casos.

Absurdo. Los maleficios son, por mucho, la causa más frecuente de posesiones y de males causados por el demonio, por lo menos el 90 por ciento de los casos.

 

 

 

 

 

Habla un Exorcista

 

Me es muy grato formular aquí algunas observaciones para predisponer a la lectura del libro del padre Gabriele Amorth, desde hace varios años valioso ayudante mío en el ministerio de exorcista. Algunos episodios aquí reseñados los hemos vivido juntos y juntos hemos compartido las preocupaciones, las fatigas y las esperanzas en ayuda de tantas personas que sufren y que han recurrido a nosotros.

Me place en gran manera la publicación de estas páginas también porque, en estos últimos decenios, a pesar de que se ha escrito mucho en casi todos los campos de la teología y la moral católica, el tema de los exorcismos ha estado poco menos que olvidado. Quizá sea por esta escasez de estudios e intereses por lo que, todavía hoy, la única parte del Ritual que aún no ha sido actualizada según las disposiciones posconciliares esprecisamente la que concierne a los exorcismos.

Sin embargo, la importancia del ministerio de «expulsar a los demonios» es grande, como se desprende de los Evangelios, de los Hechos de los Apóstoles y de la historia de la Iglesia.

Cuando san Pedro fue conducido, por inspiración sobrenatural, a la casa del centurión Cornelio con el fin de anunciar la fe cristiana a aquel primer puñado de gentiles, él, para demostrar que Dios había estado verdaderamente con Jesús, subrayó de manera muy concreta la virtud que había manifestado al liberar a los poseídos por el demonio (cf. Ac. 10, 1-38). El Evangelio nos habla a menudo, con narraciones concretas, del poder extraordinario que Jesús demostró en este campo. Si al mandar a su Hijo Unigénito al mundo el Padre había tenido la intención de poner fin al reino tenebroso de Satanás sobre los hombres, ¿qué modo más elocuente habría podido emplear Nuestro Señor para demostrarlo?

Los libros santos nos garantizan que Satanás expresa su poder sobre el mundo también en forma de posesiones físicas. Entre las potestades propias que Jesús quiso transmitir a los apóstoles y a sus sucesores puso repetidas veces de relieve la de expulsar a los demonios (cf. Mt. 10, 8; Mc.3, 15; Lc. 9, 1).

 

 

 

 

 

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